Páginas

jueves, 18 de julio de 2013

Nuria visita Argentina

Agenda de Encuentros:

Julio:
Realizado por Nuria Barbosa de Leónº Día 21 – Encuentro en la Casona Cultural Humahuaca – 18 horas en Humahuaca 3508 – CABA.

º Día 22 – Café Literario, Club Español – con artistas invitados – 18 horas en Bernardo de Irigoyen 172 – CABA

º Día 23 – Encuentro con Tesis XI – 19,30 horas en Junín 165 - CABA

º Día 24 – Encuentro con Asoc. Taxistas de Capital – 19 horas en Lima 1875 - CABA

º Día 25 – Encuentro en CTA de La Matanza – 18 horas en Florencio Varela 2483 – San Justo

º Día 26 – Encuentro en CTA de Capital – con artistas invitados - 18 horas en Independencia 766 – CABA.

º Día 27 – Encuentro en Municipio de Ituzaingó – con artistas invitados – 17,30 horas en Mansilla 893 – Ituzaingó.

º Días 28 a 31 – Encuentros en Mar del Plata.


Agosto:

º Día 1º - Encuentros con Bachilleratos Populares del FPDS – 18 horas Constitución y Barracas – CABA.

º Día 2 - Encuentro con militantes y amigos del PI – 18 horas Luis Sáenz Peña 332 - CABA

º Día 3 - Encuentro-choriceada con amigos en Morón – 19 horas.

º Día 5 - Encuentro en IMFC La Plata – 18 horas en Calle 55 Nº 680, entre 8 y 9.

º Días 7 al 10 – Encuentros en Puerto Madryn y Trelew.

º Días 12 al 15 – Encuentros en Bahía Blanca

º Día 16 – Encuentro en el Salón del H.C.D. Morón – con artistas invitados – 18 horas en Brown 910 – Morón.

sábado, 13 de julio de 2013

Casa de cristal

Nuria Barbosa León, periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba

La casa de San Dionisio No. 6-A en el reparto Celimar, cercano a las capitalinas playas del Este, responde al propósito de descanso de una familia aburguesada de la década de los 50.

El Chalet ubicado en la zona de playa, construido con ladrillos y placa cementada, tiene dos habitaciones, baño intercalado azulejeado hasta el techo, ducha y juego de cerámica blanca en combinación con los azulejos, garaje techado, pisos de baldosas en diferentes colores, cocina amplia y patios con frutales en exteriores para una buena sombra en los mediodías calurosos del trópico.

Estuvo abandonada al principio de la Revolución, sin tener dueños hasta que la ley de reforma urbana la asignó a una familia con carencia de vivienda, que luego la permutaron en la década de los ochenta.

Sus inquilinos la modernizaron cubriendo sus ventanas con cristales calobares, quitaron la cerca perimetral y levantaron una gran tapia cementada cubierta de arbustos para, que desde el exterior no se supiera lo que acontecía en el interior.

En la década de los noventa, la crisis del período especial hizo que las fachadas de las moradas vecinas perdieran su colorido y vistosidad pero ésta continuó con su esplendor.

A ella llegaron autos con placa de turismo, sus tapias fueron testigos de fiestas nocturnas, música a cualquier hora, muchachas bonitas entrando y saliendo, grandes bultos con cantidad de comida y bebida alcohólica, así como un clima social de dudosa procedencia.

Finalizando la década, los vecinos confirmaron sus sospechas. La policía en una reunión informó de la confiscación de la casa porque en ella merodeaba el negocio ilícito y fungió como sitio de citas para la prostitución.

Inquilinos de la zona hicieron gestiones para apropiarse de la casa, incluso hubo saqueos de sus juegos sanitarios, lozas de pisos y cristales exteriores, pero un día la familia de Lidia Leyva Morales se mudó con unos pocos muebles, un niño epiléptico y un esposo deseoso de trabajar. Se le otorgó como un bien de protección a familias con desventaja social.

Muy pronto los patios quedaron limpios de malezas, crecieron plantas y se confeccionaron jaulas de material reciclado para la cría de aves. No importó lo árido del terreno, salinizado y pedregosos por las rocas de diente perro, que abunda en el lugar.

Con las primeras cosechas tocaron a las puertas de sus vecinos, brindaron los frutos, las plantas medicinales para las dolencias leves y los caldos elaborados con sus gallinas. Con las nuevas leyes de otorgamiento de terrenos ampliaron sus parcelas y enseñaron a la vecindad a cultivar para el autoabastecimiento y fomentaron en los jóvenes hacer del trabajo un modo de vida.

Entonces los vecinos conocieron que esa familia llegó del Oriente del país, con un niño enfermo que necesitaba de especialistas de la capital, convivieron con familiares y amigos en varios lugares de la Habana hasta plantar un organopónico que resultó ser de referencia nacional y por sus méritos alcanzados recibieron la casa para vivir.

Desde entonces, la casa de ventana con cristales se convirtió en la morada del barrio, allí se entregan conocimientos agroecológicos y el cariño para la colectividad.

sábado, 15 de junio de 2013

La zafra

Nuria Barbosa León, periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba
Año 1970, amanecer de rutina en el campamento para movilizados al corte de caña de San Pedrito, en el municipio de Artemisa. El de pie casi de madrugada, la higiene entre sueños cansados, silencio por el cuerpo estropeado ante un esfuerzo físico de varios días, desayuno de leche en un jarrito de aluminio, formación para recibir las noticias en el matutino, informe de los resultados alcanzados por los movilizados, convocatoria a cumplir con la tarea de alcanzar los Diez Millones.
José MaceoEn el corte Máximo Rivero Frómeta, deslumbra por su destreza, alcanzada desde una niñez ligada a la caña en la finca Chapala, ubicada en la comunidad de El Salvador, provincia de Guantánamo.

El producto de la sacarosa brindó por mucho tiempo el sustento a una prole de diez hijos, quienes aprendieron a dar filo a la mocha, andar escasos de ropas y descalzos por las guardarrayas, beber el jugo de la caña como único alimento en el día, festejar la comida cuando se conseguía, dormir en hamacas y apilados en la casa de horcones de madera, techo de guano y piso de tierra.

Para él y su familia, la Revolución cumplió con un sueño, añorado, bendecido y necesario. En los primeros años todos los días hubo un discurso para aplaudir, una medida de cambio a celebrar, una tarea por cumplir, una jornada para acudir.

Las difíciles condiciones del campamento: literas en grandes naves bajo techo, duchas de agua fría en los alrededores, baño colectivo, comedor con bastante comida en bandejas metálicas y reuniones diarias, se alivian con los chistes diarios y la convicción de no ser un flojo o rajaó.

Un día, Máximo llega al campo y conoce que en la otra brigada cortaba Fidel Castro en una faena de trabajo voluntario. En un momento de receso para tomar agua, ve al Comandante entre un grupo de curiosos que deseaban entablar algún tipo de diálogo.

Se concentra en su tarea, y arremete la mocha a una feroz velocidad. Su deseo, derribar la mayor cantidad de caña para cumplir con la norma del día, lo antes posible, y ayudar en la contracandela a otra persona rezagada.

Siente la proximidad del líder de la Revolución, con el cuerpo sudoroso bajo el uniforme verde olivo. Entonces, no hubo tiempo que perder, el brazo subió y bajó sin cansancio, no hubo fatiga, no hizo falta otra consigna o frase. Su empeño: demostrar la seguridad en el triunfo.

jueves, 30 de mayo de 2013

Daño a la salud

Por Nuria Barbosa León, periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba

El hábito de fumar desde la adolescencia, la tendencia al alcoholismo y una profesión expuesta a sustancias tóxicas, provocaron una enfermedad en las cuerdas vocales del cubano José Agustín Rodríguez Fernández.

Nacido en el municipio de Perico, en la ciudad de Matanzas, el triunfo de la Revolución lo sorprende con 12 años de edad, un sexto grado concluido y un pueblo donde no existía una secundaria básica para continuar estudios.

Su madre, ama de casa, lo incorpora como ayudante en el garaje de un primo porque el padre trabaja de jornalero, en el central azucarero del territorio, en tiempo de zafra, y en los restantes meses de vendedor en una ferretería. El sustento económico siempre resultó insuficiente para los tres hijos, más el matrimonio.

En el garaje, la actividad de Pepe, como siempre le han llamado cariñosamente, consistía en limpiar, hacer mandados, alcanzar las herramientas a los mecánicos y otras tareas sencillas, pero conoció el oficio de armar y desarmar autos, y le interesó.

Con la instalación de una secundaria básica en su municipio, en los primeros años de la década de los sesenta, concluyó el noveno grado y pidió continuar estudios en La Habana, así matriculó un obrero calificado en la Escuela José Ramón Rodríguez.

La beca lo benefició, supo de la vida en colectividad, adquirió independencia en las decisiones y se esforzó por alcanzar un objetivo profesional, pero no tuvo fuerzas suficientes para negarse a fumar cuando el grupo de amigos lo incitó.

Luego la nicotina le penetró tan profundamente en la sangre que necesitaba más y más de los cigarrillos, hasta llegar a consumir más de dos cajetillas diarias para saciar su ansiedad.

A ello se le unió, el consumo de alcohol, iniciado como algo casual en reuniones de amigos. Con ese desorden personal perdió su vida matrimonial en varias ocasiones y tomó conciencia para abandonar la bebida, no así el cigarro.

Viviendo en el municipio de Centro Habana se jubiló en la profesión cumplido los sesenta años. Nunca dio importancia al grosor de su cuello hasta que una tos persistente en una madrugada y la ronquera constante, lo alarma.

Acudió a la consulta de otorrinolaringología del hospital Hermanos Ameijeiras donde de inmediato le realizaron pruebas muy especializadas como la tomografía axial computarizada, la resonancia magnética y una biopsia.

La espera por los resultados de los exámenes diagnósticos acrecienta los síntomas con una gran falta de aire que no lo deja dormir y hasta le impide comer. La decisión de los médicos fue un ingreso urgente para practicarle una traqueotomía el 5 de octubre del 2011.

Seis días después, Pepe se sometió a una cirugía muy compleja para extirparle los tumores de los ganglios. Ahora vive con un laringectomía total extendida con autotrasplante de glándula paratifoideas y vaciamiento lateral del cuello en ambos lados. Así mejoró en su padecimiento y realiza una vida familiar y social como cualquier otra persona.

En el transcurso de la enfermedad, Pepe se dio cuenta que los médicos no se interesaron por conocer sus recursos económicos, su estatus social, ni su filiación política o religiosa. Sólo una advertencia cuando lo vieron recuperado: “Si vuelves a fumar, no vengas a vernos”.

sábado, 18 de mayo de 2013

La trampa

Nuria Barbosa León, periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba
Cuando Gladys Rivera Acevedo se presentó en la Escuela Normal para Maestros de Ciudad de la Habana en el año 1957, lejos estaba de imaginar el método para comprar una matrícula a través de los directivos.
Meses antes, ella se preparó en una de las tanta academias de la capital para reforzar los contenidos de Español, Matemática y Ciencias, para luego rendir un examen de oposición.
La cantidad de plazas ofertadas nunca ascendía a más de 150, de ahí la necesidad de alcanzar un buen promedio en las pruebas. Entres sus compañeras de grupo se comentó la posibilidad de obtener la matrícula con el pago de 300 pesos por adelantado, cifra superior a un salario de los más altos en aquel momento.
El día de los exámenes debió llenar una planilla con sus datos generales para incluirlos en un sobre junto a la prueba realizada, a su vista se sellaba y se asignaba un número que debía recordar. Estaba prohibido reclamar la puntuación o pedir una revisión.
Su padre, maestro de profesión, se acercó al profesor Iglesias que con toda honestidad le dijo que no intervendría en la calificación, ni en los resultados obtenidos, sólo se ofrecía para custodiar la prueba.
En un primer momento, Gladys no entendió la necesidad de una custodia si los sobres fueron cerrados delante de cada alumno.
Al leer los listados, publicados en unos de los periódicos de la época, vio nombres de muchachas conocidas por ella, compañeras de grupos en niveles anteriores y con bajos rendimientos académicos. Sin embargo aparecieron en los primeros lugares en el escalafón general del otorgamiento.
Gladys clasificó aunque en los últimos lugares, sabía que lo importante luego de alcanzar la matrícula sería seguir estudiando mucho, hasta graduarse.
Conoció la trampa. En el momento de calificar, las pruebas de mejores resultados eran cambiadas de sobre y así se garantizaba que quienes pagaran obtuvieran las plazas.
El fraude consistió en el robo de las calificaciones.

sábado, 27 de abril de 2013

Amadito

Nuria Barbosa León, periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba
La cubana Wilma Laguna Gamboa, tuvo un embarazo feliz pero su parto la llenó de tristeza. Le nació un bebé diferente.

Los especialistas diagnosticaron a su hijo Amado una enfermedad genética nombrada acondroplacia y padecería de enanismo.

El dolor en el pecho de Wilma, nunca ha desaparecido, pero su Amadito creció en igualdad de condiciones que los demás. Fue admitido en la escuela primaria del barrio sin dificultad y cursó la secundaria como cualquier niño cubano.

Incluso, participó de los juegos callejeros, nunca sintió ser motivo de burla, ni sentimiento de rechazo, todo lo contrario, Amadito resultaba ser el eje de unión por su carácter y limpieza en el trato para con los demás.

Los estudios del preuniversitario debió hacerlo, como todos los de su generación en una escuela interna en el campo en el municipio de Batabanó, y allá se fue. Su madre, con gran pesar lo despidió suponiendo que lejos de la casa, el chico no tendría las condiciones de vida propicia y retornaría sin concluir.

Amadito regresó y comentó que al no tener tamaño para alcanzar las duchas buscó su baño en el lavadero del albergue y su cama, en la parte inferior de la litera. Su espacio era el punto de reunión de todos los amigos para las conversaciones en el tiempo libre. Allí había chistes, alegría y mucha solidaridad.

La inteligencia de Amadito lo llevó a ser monitor de las asignaturas de ciencias y con la escasez de maestros, se preparó para impartir clases a los grupos de grados inferiores. Como su estatura no le permitía alcanzar la pizarra, una silla lo ayudaba a superar el obstáculo.

La vocación de Amadito, la medicina. Venció muchos obstáculos ante las autoridades competentes para demostrar, no sólo conocimiento, sino aptitud, voluntad y talento, además de otro rasgo muy propio de él: humanismo desbordado y solidaridad para el necesitado. 

Pronto se graduará en Cuba un médico diferente. ¿Será un récord o un desafío?

sábado, 13 de abril de 2013

Un africano en el Caribe


Por Nuria Barbosa León, periodista de Granma Internacional y Radio Habana Cuba
imageCorre el año 1983, en el aeropuerto de Addis Abbeba, centenares de jóvenes se alistan para partir hacia una Isla del Caribe, llamada Cuba.

Wesen Teka Robid, uno del grupo, siente el momento con un calor sofocante por las altas temperaturas de junio. Con las lágrimas contenidas en los ojos y un ardor en la garganta por tragarse el llanto, despide a sus cuatro hermanos colocados en el lado opuesto del cristal de la aduana. Hijos de una madre consumida por el sufrimiento de enviudar muy joven por la ausencia del esposo, mártir de la guerra de los años 70.

Aún late la partida de Eritrea desplazados por los conflictos bélicos y la llegada al centro educacional en Etiopía para niños huérfanos. Ahí, a la edad de 13 años, Wesen conoce la posibilidad de viajar a Cuba y obtiene la beca por sus resultados académicos, en un grupo de 10 entre más de 500 estudiantes.

Muy pocas pertenencias pudo rescatar de su entorno familiar, una bolsita con dos mudas de ropas que fueron sustituidas en la terminal aérea por una mochila con vestuario y el material de aseo imprescindible para una larga travesía oceánica que culmina en la Isla de la Juventud.

Habituado a comer Engera, elaborado con harina de teff, el solo olor de la comida cubana le provoca nauseas, unido al stress de la adaptación. Sus primeros meses de vida en Cuba los pasa hospitalizado y su cuerpo sólo asimila leche y gaceñiga.

En la etapa inicial, los propios estudiantes etíopes sirven de traductores pero luego, los instructores cubanos introducen hábitos como el uso del cepillo de dientes, la manipulación de los cubiertos, el lavado de las ropas, tender la cama, ordenar la taquilla, limpieza del dormitorio y de las áreas aledañas al centro docente.

Participar en las organizaciones juveniles, dialogar con maestros fuera del aula, asistir a las galas culturales y entregarse al fútbol, le sirven para sentirse apoyado en colectivo y reconocer a los amigos, tanto etíopes como cubanos, como su nueva familia. No puede precisar cuándo el idioma español deja de ser obstáculo en la comunicación.

En fines de semana, los estudiantes visitan Gerona o a la Fe, poblados cercanos al plantel escolar, en vacaciones disfrutan de excursiones a las playas cubanas, centros recreativos, campamentos de pioneros, museos y teatros.

En el año 1988 contrae hepatitis y lo ingresan en el hospital del poblado de la Fe. Un amanecer recibe la novedad de una visita. Desde su ventana ve llegar una caravana de autos y luego descender un grupo de personas vestidas de verdeolivo. De boca en boca corre la noticia: “¡Llegó Fidel!”.

Wesen, recostado en su cama, no advierte la cercanía del Comandante en Jefe y sin embargo, la figura alta y corpulenta, de barba larga y andar rápido viene hasta él. En un gesto noble acaricia la cabeza del muchacho, pregunta por su padecimiento y tratamiento, escucha los monosílabos como respuesta y se aleja.

No hubo tiempo para otro diálogo, el joven africano, hoy graduado de medicina veterinaria, aún no ha podido expresar su agradecimiento a tanto desvelo y desinterés de los cubanos.